"Jodí a mucha gente. Metí en la cárcel a muchos políticos corruptos.
A causa de mi discurso muchos hijos de puta murieron antes de lo que esperaban.
Fue la mayor matanza de testigos de Río de Janeiro.
Y aun así el sistema continuaba en pie.
El sistema entrega la mano para salvar el brazo.
El sistema se reorganiza para garantizar los nuevos intereses y crea nuevos líderes.
Mientras las condiciones de existencia del sistema sean favorables el sistema resiste.
Ahora respóndame una cosa. ¿Quién paga todo esto?
Si, y cuesta mucho, mucho.
El sistema es mucho mayor de lo que pensábamos.
No hay duda de que los traficantes, policías y milicias matan a gente en las favelas. No hay duda de que las favelas existen. No hay duda de que en Brasilia hay un escándalo tras otro, y del Gobierno entran y salen políticos corruptos.
Para cambiar las cosas tiene que pasar mucho tiempo.
El sistema es una mierda.
Van a morir mucho más inocentes".
Esta entradilla forma parte de las reflexiones de uno de los protagonistas de las tres películas (con unos añitos a sus espaldas) que me he visto a lo largo de la semana en un festín de cine brasileño que empezó con Tropa de Elite (2007), Tropa de Elite 2 (2010) y acabo en Ciudad de Dios (2002).
Ninguna desmerece y son películas (no documentales) pero que desde un perspectiva muy auténtica y poco moralista abordan los problemas del submundo de las favelas, las drogas, el crimen y cómo afectan a las personas que viven ese infierno.
Muy recomendables las tres.
Imagen con licencia Creative Commons de una favela (escenario común en las tres películas) de la wikipedia.
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