Los políticos siempre
andan a vueltas con el I+D (investigación y desarrollo). A menudo se presenta
como la clave del progreso de una nación. El problema es que en España, gastar
en I+D no supone en absoluto obtener ningún retorno de esa inversión.
Si por ejemplo empleamos
500 millones de euros, de dinero público claro, en Arqueología, es probable que
mejoren nuestros conocimientos de Zapoteco antiguo (una de las primeras lenguas
mesoamericanas) y de hecho, ese conocimiento enriquecerá nuestras vidas. Sin embargo
de ahí a pensar que esa inversión puede mejorar la competitividad de una país,
media una gran distancia. Y es que en España, se tiende –salvo cuatro honrosas
excepciones- a realizar fantásticas tesis doctorales cuyas aplicaciones
prácticas son cuanto menos escasas. Y si acaso desarrollamos ideas viables y
con un valor desde un punto de vista productivo, la gran distancia entre la
universidad y empresa, hace que este conocimiento permanezca en un cajón en el
olvido.
Y es que en el caso
de la I+D, para que esta se traduzca en innovación, además de la importante financiación,
hacen falta al menos dos condiciones más.
Focalizar. Está claro
a que los políticos les encantan los “chismes” electrónicos, grandes y con
muchas lucecitas. Desde luego las naves espaciales o las macro-computadoras son
una apuesta sexy, en la que todos
quieren aparecer en la foto. Pero, desde la producción de la patata, los tintes
en el sector textil o los distintos materiales para el embotellado, resultan igualmente
claves para un país que quiera tener una industria basada en la calidad y no el
producir barato (por el diferencial de los salarios).
Retorno. Toda
inversión se realiza con la idea de obtener unos beneficios. Desde luego el
campo de la I+D es especial, y se ha de ser especialmente paciente en campos cuyas
investigaciones pueden tardar años en
dar resultados factibles. Sin embargo aquí nos encontramos en el extremo en el que
apenas cuentan los resultados obtenidos. Muy diferente de Estados Unidos donde
las universidades compiten por los mejores investigadores, por conseguir dinero
para sus proyectos, por captar a los alumnos más brillantes. En definitiva,
compiten y compiten, y esa competencia es los que los conduce a la élite.
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