Alfredo Pérez
Rubalcaba es un político veterano, un habilidoso orador y con un punto de
carisma. Y sin embargo una de las peores opciones para encabezar las listas
socialistas en las próximas generales. Su habilidad y experiencia no son
suficientes, y es que encomendarle el timón de la nave, es encaminarse a una
debacle electoral.
Los ciudadanos han
dejado claro su mensaje en las municipales. No se trata de perfilar el
discurso. La contundencia de los resultados electorales son una enmienda a la
totalidad del proyecto socialista. Y Rubalcaba, por más que intente arrimarse
al movimiento de los “indignados”, no puede desligarse del Gobierno ZP. No ha
sido un diputado de “infantería”. Ha sido líder y responsable en la toma de
decisiones.
No resulta creíble
que quien es cómplice de las políticas de Zapatero pueda romper con un modelo
que no ha servido para crear empleo y que los ciudadanos han denostado con
contundencia en las urnas. Puede que el “establishment” del PSOE encuentre de
su agrado encomendarle las riendas del partido a un veterano fontanero, pero
recuperar a los votantes socialistas tradicionales requiere más que un simple
maquillado, exige a un líder que de verdad pueda romper con la herencia del
pasado y plantear nuevas vías al socialismo.
Bien podría asumirse
que Rubalcaba es el encargado de pilotar la derrota socialista de la forma
menos traumática posible. Para luego si acaso, apartarse a favor de un nuevo
líder reformador. El planteamiento pese, o precisamente por, buenista, es igual
de malo. Salir a no perder por mucho es garantía de conseguir unos resultados
nefastos.
Ahora supongamos que
un nuevo líder, ungido en unas primarías (de las de verdad), hubiese encarado
la cita electoral. No solo podría ofrecer un discurso realmente nuevo (por
rupturista), sino que podría servirse del altavoz mediático de las generales
para fijar su postura y cualquier resultado, incluso una derrota que no fuera
realmente escandalosa, serviría para apuntalar su posición. Y es que una de las
“ventajas” de los socialistas es que pueden contemplar como victoria una
derrota dulce.
Vale supongamos que
te compro el argumento, pero ¿quién
podría ejercer ese tipo de liderazgo en el actual PSOE? Ese el verdadero
drama para los socialistas. Ocho años en el poder han servido para que partido
y gobierno se fundan en uno solo. Y ahora no quedan figuras de liderazgo. Solo
una larga caminata por el desierto, salpicada de falsos profetas, hasta que un
auténtico mesías puede conducirles de nuevo a la tierra prometida.
Y es que los
paralelismos con Zapatero-González y su sucesor Rubalcaba-Almunia son
desgarradores.
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