El hombre tardo más de un millón de años en llegar
la fase agrícola, miles de años en alcanzar la época industrial, unos siglos en
descubrir la electrónica, y un puñado de décadas en desarrollar la
biotecnología. Finding and keeping great
employees de J. Harris y J, Brannick señala que hoy en día un trabajador
debe renovar el 50% de sus conocimientos cada 3 años, cuando en la década de
los 70 era cada 12 años. Y eso cuando se publicó el libro que ya tiene unos
añitos.
No es el único ejemplo, tal y como nos señala The Power of Learning de Andrew Mayo y
Elizabeth Lanz “Parece que el ritmo de
cambio nunca ha sido mayor que ahora, y en efecto, es fácil mostrar una
variedad de parámetros que la tasa de cambio se está acelerando con los años.
Planificar horizontes resulta más corto, las habilidades quedan rápidamente
obsoletas, las expectativas de calidad y servicios llegan siempre a mayores
niveles, y organizaciones que durante años han gozado de buena reputación
pueden encontrarse de rodillas de repente”.
En el fondo nada nos resulta nuevo. Darwin ya
lo apuntó en 1859 con la publicación de “El origen de las especies” obra
revolucionaría no solo en el campo de la biología, donde descubriría (mal
influido por Malthus) la importancia de la adaptación como concepto clave para
la evolución.
Y es que sus enseñanzas rebasan el campo de la
biología para instalarse de pleno derecho en el mundo de la empresa. No envano, las empresas y sus problemas para adaptarse a los cambios son algunos de los ejemplos que nos ofreceJohn Kay de la prestigiosa London Business School: “La decadencia de IBM no fue resultado de una demanda descendiente de
ordenadores, y Pan Am no se fue a pique porque la gente dejará de volar. El
fracaso de estas empresas no siguió a la desaparición de sus mercados, sino a
la incapacidad de ver o responder a los cambios que sucedieron en ellos”.
Imagen de Galería de Lou Ect con derechos Creative Commons free to share.