domingo, 2 de marzo de 2014

De inmigración, madurez y políticos.

Vivimos en un mundo, que para bien o para mal, tiene fronteras. España por ser la puerta de África a Europa lo sabe muy bien. Podrían no existir pero el hecho es que sería imposible acoger a todos los desesperados, a menudo en situaciones muy precarias a las que suman largas y penosas travesías, que albergan la esperanza de encontrar en la ansiada Europa una tierra prometida. 

Parece evidente que si la frontera se limitará a una cartel y una línea dibujada en el suelo no serviría de nada. Por otro lado, poner nidos de ametralladoras, minar los caminos y disparar a todo lo que se mueve sería efectivo pero no podríamos dormir por las noches.

En definitiva. Ellos quieren entrar y nosotros buscamos los medios para impedírselo de la forma menos lesiva posible.

Es un tema  importante, o debería serlo. Sin embargo, cuando escuchamos a nuestros representantes políticos uno se queda perplejo por la escasa entidad del debate. Sinceramente no creo que sean tontos, pero estoy bastante seguro de que para ellos es más fácil tratarnos como tales.

Todo se reduce a la simplificación más pueril. Están de un lado los que proponen  sustituir a la guardia civil por activistas de una onegé para que los reciban con besos y flores al ritmo de "we are the world". Y de otro a los que parece que la muerte 15 seres humanos es un hecho amortizado que no merece mayor reflexión, todo esta bien, nada debe hacerse.

Realmente desalentador. Cuando pasan estas cosas uno se pregunta: ¿había o hay suficientes medios humanos y materiales para vigilar la frontera? ¿existen otros medidas disuasorias en otras fronteras del mundo que pudieran ser eficaces aquí? ¿qué convenios bilaterales se mantienen con Marruecos para aliviar este problema? ¿existen programas del otro lado del contienen para mejorar las condiciones de estas personas y si existen están funcionando? ¿la diplomacia española va solicitar una mayor implicación de la Unión Europea?, y un largo etcétera.

De eso ni mu, chitón, ni una palabra. Resultaría demasiado serio, demasiado comprometedor, demasiado alejado de posiciones fáciles. Mejor tratar a las ciudadanos como estúpidos, a ver si a fuerza de repetir y simplificar acaban siéndolo.

Decepcionante y pobre.  

Fotografía con licencia Creative Commons por Pedro Jiménez Beatríz Rodríguez